El viaje acá no es ni al cielo ni a la condena del infierno, es a un punto medio, ese donde crecen las grandes historias, donde brota la vida misma, lugar del cual Hernán Rivera Letelier ha sabido robar sus mejores relatos. Cuatro días y cuatro noches duraba el viaje del Longino, el tren Longitudinal Norte que atravesaba la pampa llevando a cientos de viajeros, algunos con más esperanzas que otros, durante la edad de oro del salitre. Y en este espacio, que ni siquiera alcanzaba la duración de una semana, el tren no sólo se convertía en hogar ambulante para un grupo de anónimos, sino también en crisol de cientos de historias.
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Los trenes se van al purgatorio
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