El vendedor de lluvias

Enunciado

El vendedor de lluvias (fragmento)

La tienda se encontraba al fondo de una calle serpenteante, escondida y sin salida, ubicada en la zona vieja de la ciudad. Era uno de esos lugares que, sin buscarse, se encuentran, y cuando aparecen así, tan inesperadamente, se adueñan de la situación como si siempre hubieran estado entre nuestras preocupaciones.

En la vitrina había una gruesa capa de polvo, color ladrillo molido, que también se pegaba en los frascos que exhibían una curiosa mercancía, y para qué decir al interior de la tienda; parecía que por allí había pasado una tormenta de arena como esas fabulosas del desierto del Sahara.

Antes de entrar me volví a fijar en la frasquería de la vitrina: ¿Qué podría significar esa extraña cantidad de frascos cubiertos con polvo viejo? ¿Por qué tenían esas etiquetitas escritas a mano y en su interior brumas azules, verdes, amarillas, rojas? ¿Por qué esas brumas se desplazaban como si lo hicieran de acuerdo a la acción de minúsculos vientos invisibles?

Los frascos estaban llenos y sellados, salvo uno que se encontraba abierto y con su tapa en el piso de la vitrina. Muy cerca del frasco vacío había un letrero donde se podía leer: "Vendo todo tipo de lluvias".

En el interior de la tienda vi a un anciano sonriente, envuelto en un largo abrigo oscuro y con una bufanda enrollada hasta las orejas.

- ¿Es verdad que vende lluvias? -dije como saludo incrédulo-. Pero también pensando en mi pueblo, que sufría una sequía de meses.

- Lo estaba esperando. Como ya es tarde, después de atenderlo a usted, cerraré. ¿Cuánta lluvia necesita? Dígamelo de una vez, que para eso se requiere hacer un trabajo muy especial.

El cielo estaba arrebolado, con los tintes rojizos propios del atardecer y se apreciaba prácticamente despejado, como hacía tanto tiempo en todos estos lugares y también en mi pueblo. "¿Esperando?", pensé. "¿De dónde, si ni siquiera tenía la intención de llegar a este callejón sin salida?". Pero como creo en los momentos mágicos, en esos instantes que surgen inesperadamente y que generan territorios nuevos por explorar, le respondí como si estuviera diciendo la cosa más natural del mundo:

- Necesito suficiente lluvia como para apagar la sed de mi pueblo, de los animales, de las plantas, en fin, de la gente…

- Sí. Ya lo sé. Todos andan en lo mismo. No se imagina cuánto trabajo he tenido últimamente.

El anciano se desprendió del abrigo y de la bufanda ¡Y me pareció tan delgado y con tantos años a cuestas!

Enseguida se restregó los dedos e hizo un gesto como si hubiera pronunciado: ¡Manos a la obra!

Yo abrí tamaños ojos cuando vi que tomó una gran caja y, abriendo la puerta interior de la vitrina que daba a la calle, comenzó a tomar algunos de los frascos que allí se exhibían, mientras murmuraba entre dientes como esas personas que están acostumbradas a vivir en soledad y hablan solas:

- Hum lluvia intensa, restablecedora, recuperadora, ¡revitalizadora!

Para ello tomaré este frasco que tiene una buena porción de nimbus. A propósito, ¿sabe qué significa nimbus?

- Ni idea -le dije un poco avergonzado de mi ignorancia-.

-No hay problema. Nimbus, en latín, significa nube de precipitación.

Se entiende entonces que le eche un frasco concentrado de nimbus ¿verdad? Pero no solo eso necesita.

En la vitrina había muchos frascos recubiertos con ese polvo amarillento, y también el que estaba vacío, que antes me había llamado la atención. Entonces, no resistí avisarle al anciano que tal vez se le hubiera escapado alguno de sus vapores. Pero él, con una sonrisa socarrona, me dijo:

- Tranquilo, que allí duermo yo.

Después, siguió seleccionando frascos y mientras lo hacía, iba remarcando sus actos como si estuviera dictando la receta más sabrosa y exclusiva.

- También necesitará estratonimbus y aire caliente para formar cumulonimbus, con ello tendrá la tormenta más hermosa, con truenos y relámpagos por añadidura, y este frasco con mucho viento norte, este otro con algo de sur, y unos cuantos más con vientos cordilleranos que saben de historias de nieves glaciares y del juguetón granizo, y además, este otro con un poco del cálido viento puelche, que siempre avisa la llegada de la lluvia.

- ¿Y qué más? -Mi pregunta debió haberle sonado tan estúpida, pero quise asegurarme-; es que estaba tan entusiasmado con todo eso de los vientos y las nubes.

El anciano sonrió mientras echaba los frascos en la caja y me pasaba la boleta de pago.

- ¿Qué más? -dijo, repitiendo mi pregunta-,¡un paraguas, pues! Lo necesitará muy pronto. Ah, se me olvidaba: destape los frascos en el cerro más alto de su pueblo y después… a esperar los resultados.

Cuando en el cielo ya aparecían las primeras estrellas, salí de la tienda, cargando una enorme caja. Tenía que apresurarme para tomar el último bus que me llevaría a mi pueblo, mientras sentía en mi pecho un arrobamiento como los que experimenté siendo niño, cuando apresuré el sueño para despertar con la Navidad a la mañana siguiente, o cuando me instalé en el tren que me llevaría por primera vez a ver el mar, o cuando llegó mi padre con una canasta repleta con frutas, y con todos esos otros "cuandos" que guardaba en mi alma como el mejor de los tesoros.

De pronto, no sé por qué se me ocurrió mirar hacía la tienda, y juraría que un vapor azulino se metía en el frasco vacío, ese que estaba olvidado en un rincón de la vitrina, muy cerca de donde se encontraba el letrero que anunciaba la venta de lluvias.

Hidalgo H. (2013). El vendedor de lluvias. En Miguel Ángel Viejo (Ed.) Un cuento al día. Antología. (pp.11-135). Santiago Chile: Publicaciones Cultura.

Bruma Niebla de menor densidad que la neblina, especialmente la que se forma sobre el mar.
Arrebolado Conjunto de nubes enrojecidas por los rayos del sol.
Restregar Frotar o pasar repetidamente y con fuerza una cosa generalmente áspera sobre otra.
Restablecer Establecer de nuevo una cosa, ponerla en el estado que había tenido antes.
Revitalizar Dar a algo nueva vida o actividad, especialmente después de un período de deterioro o inactividad.
Socarronería Modo de expresarse de la persona que se burla de los demás, de manera irónica y con apariencia de ingenuidad.

De acuerdo a lo que se narra en el texto, ¿por qué el anciano había tenido tanto trabajo útimamente?

Alternativas

A) Porque había muchos lugares con sequía.

B) Porque tuvo que apagar la sed de todo el pueblo.

C) Porque había escrito a mano las etiquetas de los frascos.

D) Porque tuvo que buscar los vapores que se habían escapado.