Nuevas reglas

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NUEVAS REGLAS

EDITORIAL
La tecnología crea la necesidad de nuevas reglas

LA CIENCIA tiene una manera especial de adelantarse a la ley y a la ética. Así sucedió dramáticamente en 1945 en relación a la destrucción de la vida con la bomba atómica; y está sucediendo ahora, en relación a la creación de vida con las técnicas para vencer la infertilidad humana.

La mayoría de nosotros se alegró con la familia Brown de Inglaterra cuando nació Louise, la primera bebé de probeta. Y nos hemos maravillado frente a otras novedades, la más reciente fue el nacimiento de bebés sanos que una vez fueron embriones congelados, que esperaban el momento apropiado para su implantación en la que sería su madre.

Es precisamente respecto de dos de estos embriones congelados que ha surgido en Australia una tormenta de interrogantes legales y éticas. Los embriones estaban destinados a ser implantados en Elsa Ríos, esposa de Mario Ríos. Un implante previo de embrión no había tenido éxito y los Ríos querían tener otra oportunidad de ser padres. Pero antes de que tuvieran la oportunidad de hacer un segundo intento, los Ríos perecieron en un accidente de aviación.

¿Qué debía hacer el hospital australiano con los embriones congelados? ¿Podían implantarse en alguien más? Había numerosos voluntarios. ¿Tenían acaso los embriones algún derecho legal sobre la considerable herencia de los Ríos? ¿O los embriones debían ser destruidos? Comprensiblemente, los Ríos no habían dejado nada previsto para el futuro de los embriones.

Los australianos organizaron una comisión para estudiar el asunto y la semana pasada ésta presentó su informe. Los embriones debían ser descongelados, dijeron los expertos, debido a que la donación de embriones a otra persona requiere del consentimiento de los "productores" y tal consentimiento no había sido otorgado. La comisión también sostuvo que los embriones en su estado actual no tenían vida ni derechos y, por consiguiente podían ser destruidos.

Los miembros de la comisión estaban conscientes de que caminaban sobre un terreno legal y ético resbaladizo. Por lo tanto, insistieron en que se concediera un plazo de tres meses para que la opinión pública respondiera a las recomendaciones de la comisión. Si se hubiese producido una protesta avasalladora contra la destrucción de los embriones, la comisión lo habría reconsiderado.

Actualmente la parejas que se inscriben en los programas de fertilización in vitro en el Hospital Reina Victoria en Sydney deben especificar lo que debe hacerse con los embriones si algo les sucede.

Esto garantiza que no se repetirá una situación similar a la de los Ríos. Pero ¿qué sucede con otras situaciones complejas? Recientemente en Francia, una mujer tuvo que ir a juicio para que se le permitiera engendrar un hijo a partir de los espermios congelados de su esposo fallecido. ¿Cómo debe manejarse una petición de esta naturaleza? ¿Qué debe hacerse si una madre sustituta rompe su contrato de maternidad y rehúsa entregar al niño que había prometido dar a luz para otra persona?

Nuestra sociedad hasta ahora no ha sido capaz de entregar reglas claras para frenar el poder destructivo de la energía atómica. Estamos cosechando los frutos tormentosos de ese fracaso. Las posibilidades de utilización indebida de la habilidad de los científicos para avanzar o retardar la procreación son múltiples. Es necesario establecer límites éticos y legales antes de que nos desviemos demasiado.

PISA, 2009

Señala dos ejemplos que se mencionen en el texto, para ilustrar la forma en que la tecnología moderna, como la que se utiliza para implantar embriones congelados, crea la necesidad de nuevas reglas.