Columna de Óscar Hahn

Enunciado

Columna de Óscar Hahn

"En Latinoamérica, pocas experiencias deben ser tan gratificantes como recorrer un museo de cultura popular, teniendo como guía al mismísimo autor de Los ríos profundos", escribe el poeta chileno recordando un curioso episodio con el escritor José María Arguedas.

En mis tiempos de alumno universitario solía ir a estudiar a la casa de Pedro Lastra, después de comida. Una noche llegó a su puerta, tocó el timbre, pero en vez de Pedro o Juanita, su esposa, aparece un señor desconocido para mí, más bien bajo, de rostro moreno, muy tostado, y de pelo y bigote entrecanos. Con acento extranjero me dice: "Pedro ya viene. ¿Por qué no pasa y lo espera?".

Entro al estudio que está ahí mismo, al lado de la puerta de calle. Tomo un libro cualquiera de uno de los estantes y finjo que leo, sentado en una silla frente al desconocido, que está en un sofá, también con un libro en la mano. "¿Conoce a este poeta?", me pregunta, mostrándome Esta rosa negra, mi primer libro de poemas. Voy a decir algo, cuando aparece Pedro y nos presenta. "Qué cosa", dice José María Arguedas, tendiéndome la mano, "pero si ahora mismo he estado leyendo su libro". A pesar de la cordialidad de ambos, siento que mi visita debe ser breve. Me apresto a salir. Arguedas escribe algo en una tarjeta y me dice: "aquí tiene mis datos. Si va a Lima, por favor, avíseme". Aunque pienso que un viaje mío a Lima es muy improbable, guardo la tarjeta en mi ejemplar de Los ríos profundos, la novela suya que ha llegado a ser un clásico de la literatura hispanoamericana.

Pero la vida tiene vueltas inesperadas. Apenas un año después, en 1963, la posibilidad remota se transformó en realidad concreta. En marzo me trasladé a Arica. En septiembre, recién casado, viajé a Lima. Yo había llevado la tarjeta de José María, pero dudé muchísimo en telefonearle. Finalmente, dos días antes de nuestro regreso a Chile, me atreví a hacerlo. Me reprocha que no lo hubiera llamado antes y nos invita a comer a su casa.

Llegamos en un taxi a su departamento de la calle Chota. Arguedas y Celia Bustamante, su esposa, nos reciben con gran afabilidad. José María me pide que le haga una relación de los lugares que hemos visitado en Lima. "A ver, fuimos a las ruinas de Pachacámac, al Museo de Antropología, a la Catedral al Monasterio de San Francisco, al Convento de los Descalzos y también al Callao". "Para el poco tiempo que han estado aquí, me parece muy bien", dice él. "Ah, también fuimos al Museo Nacional de Cultura Peruana, pero estaba cerrado", agrego. "No pueden irse sin visitarlo", dice. Se para de la mesa y se va a hablar por teléfono. Al rato regresa: "listo, terminamos de comer y nos vamos al museo". "¿Está abierto hasta tan tarde?", le pregunto, ya que son como las 11 de la noche. "No, dice él, está cerrado, pero lo van a abrir para nosotros".

Nos subimos en su Volkswagen y partimos. Confiesa que lo que más le apasiona del Perú es la cultura popular. "Hay un libro que me gustaría que te llevaras", dice.

Detiene el auto frente a una librería, que a esa hora está cerrada. "El dueño es amigo mío", explica. Se baja del auto y desaparece por una puerta lateral. Al poco rato regresa con un libro en la mano. Ya se ve que en el Perú todas las puertas están abiertas para José María Arguedas. El libro es Canciones y cuentos del pueblo quechua, que él mismo ha recopilado y traducido al castellano. Cabe recordar que Arguedas, además de gran renovador de la narrativa indigenista, era un antropólogo y etnólogo experto en cultura andina, y aunque sus padres eran de origen hispano, se crió entre los indios y con ellos aprendió la lengua quechua.

Entramos al museo. Empieza a desfilar frente a nosotros la hermosa colección de obras creadas por artistas indígenas y mestizos: toritos de Pucará, mates burilados, esculturas de Huamanga, cerámica de Nazca, tejidos de Paracas, retablos de Ayacucho, todos ellos precedidos por los comentarios de nuestro anfitrión. En Latinoamérica, pocas experiencias deben ser tan gratificantes como recorrer un museo de cultura popular, teniendo como guía al mismísimo autor de Los ríos profundos. Allí, alrededor de la medianoche, tuve una sensación muy parecida a lo que cuenta el filme Una noche en el museo. Fue como si de pronto los objetos y figuras que estaban en exhibición hubieran vuelto a la vida, pero no gracias a la magia de un artefacto egipcio, como en la película, sino a la sabia palabra de José María Arguedas.

Óscar Hahn, domingo 21 de febrero de 2010. Columna de Artes y Letras, El Mercurio.

¿Qué hace Hahn en su visita a Lima?

I. Le cuenta a Arguedas los lugares que visitó.
II. Come en el departamento del escritor José María Arguedas.
III. Compra un ejemplar del libro "Canciones y cuentos del pueblo quechua".

Alternativas

A) Solo II

B) Solo I y II

C) Solo I y III

D) Solo II y III